Señor de Huanca
Milton André Ramos Chacón
A mi padre
El 14 de septiembre, en Cusco, se celebra al Señor de Huanca: la aparición milagrosa de Jesús en la imagen de su pasión en un sitio ancestral conocido como Wanka Rumi. La devoción es de las más importantes de la región: los peregrinos recorren los cerros del distrito de San Jerónimo para llegar a un santuario que se ubica debajo de la montaña sagrada Apu Pachatusán (4842 msnm). El Santuario del Señor de Huanca (3300 msnm) alberga una roca en cuya superficie se ve una imagen de la Pasión de Cristo: Jesús recoge su manto mientras es flagelado y atado a una columna por un verdugo. La tradición escrita dice que la imagen fue realizada por un modesto pintor indio a fines del siglo XVII en conmemoración de las apariciones de Jesús. La tradición oral dice que la imagen se plasmó por sí milagrosamente sobre la roca sagrada o waka.
Imagen 1: Óleo del Señor de Huanca de autor anónimo (siglo XVIII)
La devoción se originó a fines de siglo XVIII —durante el Virreinato— pero se masificó solo a inicios de siglo XX —tras la construcción de la carretera que une el valle sur con el santuario. Actualmente convoca no solo a peregrinos de toda las provincias del Cusco, sino a tantos otros de Perú, Bolivia y el resto del mundo (en especial de las ciudades vecinas de Arequipa, Puno, y La Paz). La celebración es de las más importantes en el calendario local pues se superpone a la fiesta canónica del día: La exaltación de la Cruz. La fiesta (día 14) es precedida por vísperas (día 13) y una novena (días 5 a 13). El 14 de septiembre las imágenes del Señor de Huanca y la Virgen Dolorosa salen en procesión y se realizan misas desde la madrugada hasta el anochecer.
Imagen 2: Fotografías del autor del Santuario del Señor de Huanca (2023).
A la izquierda, el altar mayor con la sagrada imagen del Señor de Huanca.
A la derecha, el altar lateral con la sagrada efigie de la Virgen Dolorosa.
El origen de la devoción
Luis Guillermo Márquez Eyzaguirre, párroco del Santuario del Señor de Huanca desde 1932, fue el historiador de las apariciones milagrosas. Nació en Chillán Viejo, en Chile, en 1881, y se ordenó como sacerdote en Chimbarongo, en Chile, en 1905. Desde su llegada se dedicó al estudio de los archivos de La Merced para escribir la historia del Señor de Huanca. Su obra más trascendental fue Huanka: breves apuntes sobre las apariciones del Señor y de su célebre santuario (1933), la cual fue reimpresa y reeditada en folletos innumerables veces que no lo acreditan como autor. Escribió además Huanka Rumi: Historia de las apariciones del Señor de Huanca y de su célebre Santuario (1936), obra monumental de más de 500 páginas en dos tomos, y Manual del peregrino de Huanca (1939), obra didáctica. Fue la persona que más contribuyó a la difusión de la devoción al Señor de Huanca mediante sus escritos literarios. Desgraciadamente, casi nadie sabe de su autoría y de sus obras, pues ninguna publicación le da crédito hoy.
Imagen 3: Portada de Huanka: breves apuntes sobre las apariciones del Señor y de su célebre santuario del padre Márquez Eyzaguirre (fotografía del autor)
El padre Márquez Eyzaguirre, además, formó la cofradía en honor al Señor de Huanca (1931) y logró la construcción de la carretera hacia el Santuario (¿1932?). Por estas razones, es quizás el fraile más importante en la historia de la devoción. Las historias de las apariciones de Jesús que se imprimen en folletos hace tantos años reproducen verbatim su obra. Gracias a él, los devotos del Señor de Huanca se multiplicaron por miles.
A continuación reescribo las apariciones que narra el padre Márquez Eyzaguirre pero según mi estilo literario. Mis relatos se basan en su obra pero no la copian ni renuncian a ser imaginativas.
Imagen 4: Placa conmemorativa de la creación de la Cofradía del Señor de Huanca.
El nombre del padre Márquez Eyzaguirre aparece debajo de la imagen
(fotografía del autor)
Apariciones a Diego Quispe
Según el padre Márquez Eyzaguirre, Jesús apareció en Huanca en mayo y junio de 1675. Lo hizo ante Diego Quispe, un nativo de Chinchero, quien por entonces escapó de la mita minera tras realizar una desconocida "falta grave".
Diego llegó a Huanca el mismo día que huyó de la mina Yamatín o Yasos. Se internó en una cueva —una paqarina— para no ser hallado por quienes de inmediato fueron en su búsqueda (probablemente un mandón español con sus sirvientes indios). De miedo, tembló por horas ante la posibilidad de ser capturado. Rezó Padre Nuestros y Ave Marías, las únicas oraciones que conocía, hasta que, al anochecer, halló la oportunidad de proseguir su escape.
Jesús, en la imagen de su pasión (sangrante y muriente), se le apareció entonces tras un resplandor. Lo llamó por su nombre y le pidió que tornara a la cueva con su párroco tras realizar su primera comunión.
Diego cumplió ya que en junio, el día de su primera comunión, volvió a Huanca acompañado de su familia y el párroco de Chinchero —de nombre Urioste de la Borda. Se internó en la cueva donde Jesús lo esperaba e invitó al párroco y a su familia tras certificarse de su milagrosa presencia. Jesús, de nuevo en la imagen de su pasión, se dirigió a todos y pidió la consagración del lugar a su amor para lograr el perdón de los pecados. Sobrecogidos por el milagro, todos los testigos se convirtieron en sus difusores en adelante. La presencia del párroco otorgó legitimidad al testimonio del indio, quien además por prófugo, no gozaría de crédito entre la clerecía.
Diego testificó el milagro ante frailes mercedarios, propietarios de la tierra de Huanca, ya que de la Borda falleció al poco tiempo del hecho milagroso. El Comendador de Cuzco mandó a un pintor indio a pintar en la waka la imagen de la aparición de Jesús según la describía Diego. Los mercedarios mandaron a edificar en el lugar una sencilla capilla. Debido a la transcendencia del suceso, el obispado decidió contemplar con detención el caso y actuar con prudencia. El hecho se mantuvo en reserva: razón por la cual la devoción no despegó entonces.
Aparición a Pedro Valero
Según el padre Márquez Eyzaguirre, en Cochabamba, en julio de 1775, Jesús apareció ante un rico propietario de minas en Potosí. Se le conocía como Pedro Valero. El dueño de minas padecía de una enfermedad inexplicable, según los médicos de la ciudad, por lo que no dudó en ponerse en manos de un extranjero recién llegado, según las noticias de sus conciudadanos. El médico foráneo, que dijo llamarse Emmanuel ("Dios con nosotros"), lo curó en cinco días con un tratamiento sencillo. No aceptó ningún pago y solo pidió a Valero que lo visitara en su casa de Huanca, en el Cuzco, un tiempo después.
En 1778, Valero viajó al Cuzco con el propósito expreso de acudir a Huanca. Las personas de su condición se rieron pues nadie sabía de una estancia, mucho menos de un médico, y en absoluto sobre la existencia de tal lugar. El 12 de septiembre, desalentado, preguntó a indios que traían leña a su casa de dónde provenía y ellos contestaron "de Huanca". El 13 de septiembre, según las señas que los indios le dieron, se encaminó al lugar donde, al pie de la montaña, averiguó sobre una roca pintada con una imagen de Jesús cerca de bocaminas abandonadas. El 14 de septiembre ascendió hacia la cumbre en busca de la roca pintada y la halló dentro de una humilde capilla olvidada y envuelta por la maleza. La imagen era el retrato de Emmanuel, el médico que lo curó en Cochabamba. Valero informó al obispo sobre lo ocurrido, quien apenas un año después autorizó el culto oficial a la sagrada imagen.
Imagen 5: El Santuario del Señor de Huanca con el Apu Pachatusán
(fotografía del autor).
La devoción popular hoy
Mis padres peregrinaron al Señor de Huanca cuando yo era un niño que recién había empezado a caminar. Mi madre cuenta que mi padre, ya fallecido, me cargó en hombros todo el viaje porque era demasiado escarpado para mis piernas indecisas. Mi padre fue uno de tantos devotos del Señor de Huanca que buscó su bendición y amparo ante cada emprendimiento en un negocio nuevo (fue vendedor, cocinero y dueño de un restaurante). Su peregrinaje fue una forma de sellar acuerdos de devoción a cambio de bendición.
Años después, cuando yo era estudiante, mi madre compró su primer carro. Fue un Station Wagon de color plomo de segundo uso. Lo condujo hasta el Santuario del Señor de Huanca para hacerlo bendecir. En la carretera, al pie de la montaña, lo adornamos con flores, globos y cordones amarillos, además de comprar pica-pica y traer cerveza con que ch'allarlo. Ya en el Santuario, el sacerdote lo roció con agua bendita y nos bendijo para librarnos de todo accidente. Del parabrisas colgamos una estampita que rezaba "Señor de Huanca: ilumina mi camino".
Estas anécdotas personales ilustran las características de la devoción popular hoy. El Señor de Huanca bendice a todos a quien a él acuden para efectuar votos personales. Como en la aparición ante Diego Quispe, ofrece protección a los explotados y perseguidos, quienes en el Cuzco y el Perú, históricamente, son en su mayoría indígenas. A la par, como en la aparición ante Pedro Valero, el Señor de Huanca es médico de males corporales y espirituales que aquejan aún a los sectores criollos y solventes. Es Dios de todos porque su Iglesia es una sola. Y su imagen es la de Jesús en trance de su pasión porque con su sacrificio de amor divino busca la redención de cada uno, sean cuales sean sus pecados.
Imagen 6: Vista desde el Santuario del Señor de Huanca con una misteriosa luz cayendo desde el cielo
(fotografía del autor)